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sábado, 4 de noviembre de 2017

'The OA', experimento

- Esta crítica puede contener spoilers - 


Son las dos de la madrugada y sujeto entre mis dedos indice y pulgar una moneda de 50 céntimos, brilla como si hubiera sido acuñada no hace ni diez minutos y, en uno de sus lados, atisbo la cara de Cervantes. Levanto la cabeza para mirar el sitio donde me hallo, un salón corriente decorado con un mobiliario corriente que luce sin embargo como un espacio atrayente y sinuoso, su interesante aspecto debe ser cosa de mi cabeza cuyo peso oscila entre la clarividencia y el desmayo. Lanzo la moneda, de canto, con la fuerza necesaria y el pulso correcto, en la combinación de ambos esta la clave para que siga la trayectoria buscada, e instantes después escucho el sonido cristalino que me dice que ha ido directa a donde quería. La veo en el interior del vaso que preside la mesa y siento que soy el puto amo. Es mi momento, antes había visto como otros vitoreaban sus aciertos en mi cara al grito de Cristiano Ronaldo entre otras peculiares celebraciones, quizás por ello, quizás producto del Jaggermaster que nos acompaña, no dudo en escenificar mi victoria lo más llamativamente posible.


Todo esto podría ser ridículo, de hecho lo es, pero se comprende y disfruta dentro de un contexto propio de un ambiente festivo entre amigos. Ahora bien, se nos tendría que ir mucho la olla para que, al día siguiente, durante una comida familiar por ejemplo, volviéramos a repetir lo de la noche anterior. Y aún más descabellado sería volver a hacerlo una y otra vez en situaciones cada vez más insólitas, llegando a parecer realmente imbéciles, dignos de internamiento psiquiátrico. En The Oa sucede algo del estilo, una serie cuyo problema no es de concepto si no de control, se les va de las manos, y mucho.


Comienza la historia con un planteamiento potente y bien llevado, el peso de los minutos esta a favor de narrar lo sucedido en torno a un misterio que toca la fantasía, y la mezcla con una historia de secuestros, un toque a ciencia ficción y un tema tan interesante como la vida después de la muerte. La utilización de los secundarios -aquellos personajes que no pertenecen al misterio propiamente dicho -, es también un acierto en este inicio pues sirven simplemente como vehículos necesarios para hacer mover el mecanismo que haga avanzar la trama, sin otorgarles importancia. Sin embargo, y por desgracia, parece que las ideas más frescas se agotan hacia mitad de temporada. El tamaño de los episodios se reduce notablemente - de la hora de duración hasta los 31 minutos que tiene el episodio más corto -,  y, por si no fuera ello suficiente evidencia de este agotamiento creativo, esa retahíla de personajes secundarios hasta el momento vistos como un mal menor razonablemente tolerables, cogen mucho más protagonismo. Lo que en principio era un acierto - priorizar el misterio frente al contenido dramático - se ve desplazado por este grupo inconexo carente de interés.

Se rompe entonces la ilusión y se vuelve muy difícil seguir creyendo en ‘The Oa’. Desaparece esa patina que conseguía mantener las expectativas y afloran todas sus debilidades de golpe. Unas interpretaciones más que limitadas - el histrionismo de la madre de la protagonista es canela fina -, unas relaciones construidas sin credibilidad ninguna, reacciones absurdas, y como no, ese baile cuya coreografía firmaría Rodolfo Chikilicuatre. No obstante, lo estúpido del baile en si podría haber quedado en algo excéntrico, anecdótico e incluso original si no fuera por el empeño que tienen sus creadores en hacerlo notar. Zal Batmanglij y Brit Marling - quien también es la actriz principal -  terminan por cabrear incluso al espectador más crédulo. Es imposible no desconectar cuando, por enésima vez, aparece en pantalla el bochornoso espectáculo de danza acentuado por los no menos crispantes berridos con los que acompañan cada paso. Un ritual espasmódico cada vez más trascendental, cada vez más molesto, cada vez más lamentable. Quizás este rechazo que produce de forma unánime haya sido buscado intencionadamente con miras a potenciar el final. Da igual, por mucho sentido que cobre al cerrar la temporada, no compensa la sensación de tomadura de pelo que se sufre.


Al final se llega, y se ha de reconocer que aporta un nuevo sentido y dimensión a una serie que hasta ese punto era de suspenso mayúsculo, y que concluida, se convierte en un experimento interesante. Podría haber sido incluso notable si se hubiera cerrado la secuencia del instituto de forma realista, y con ello me refiero a cortar el baile con un montón de sangre que no dejará dudas sobre lo estúpidos que han sido los “bailarines” al creer en un cuento imposible. La opción por la que se opta es algo más sutil pero viene a decir lo mismo, puesto que si sobreviven, no es gracias a la magia de sus movimientos si no por qué un tercero se lanza sobre el asaltador. Descubrimos entonces que todo lo contado por la protagonista era una patraña consecuencia de una mente hecha polvo tras 7 años de secuestro. Y desde ahí, se ha de recomponer la historia: La idílica figura del secuestrador es producto del síndrome de Estocolmo - se presenta como alguien inteligente, magnético, educado, con fines puramente filantrópicos puesto que busca dar esperanza a la humanidad al demostrar que la muerte no es el final. Las cicatrices de su espalda son signos de violencia y no los supuestos “movimientos” de baile. Su hostilidad hacia el roce humano proviene seguramente de episodios de violación. Etc.

The Oa es un experimento fallido, inestable, no sabe equilibrar los elementos que quiere manipular y puede que, por ello, a muchos les explote sin remedio ni solución antes de llegar a ver su resultado completo. En retrospectiva, cuando uno deja de tener pesadillas con el condenado baile, queda un bagaje algo positivo gracias a un final que, para el que esto subscribe, es cerrado. Solo así puede ’The Oa’ adquirir una cierta dureza y profundidad, convirtiéndose en un producto rescatable e incluso aconsejable. Hay una segunda temporada en camino, por lo que posiblemente mi teoría sea equivocada y esta sea una de las peores series que ha producido Netflix hasta el momento, o no.

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